Juegos Olímpicos de París

Los Juegos Olímpicos recuperan su esencia en una clausura sin estridencias ‘woke’

Los atletas recuperan el protagonismo con un desfile a la vieja usanza

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Juegos clausura
La ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos. (Getty)
Guillermo Sáez

Los Juegos Olímpicos de París ya son historia tras una ceremonia de clausura a la vieja usanza, sin estridencias, entregando a los deportistas todo el protagonismo que se merecen. El cierre ha puesto punto y final a dos semanas largas de carreras, canastas, goles, combates, regatas y muchos controles policiales. El ideólogo Thomas Jolly aprendió la lección y esta vez se olvidó estridencias woke y shows discotequeros. Hasta el clima acompañó para dar una despedida digna al evento más importante del planeta. Y de postre, Tom Cruise arrojándose desde lo alto del estadio para coger el testigo de Los Ángeles 2028.

16 días después de la abracadabrante ceremonia de inauguración de los Juegos de París, el Estadio de Saint-Denis abrió sus puertas para que 80.000 afortunados disfrutaran de un espectáculo mucho más canónico, una celebración de la vida y el deporte con miles de atletas y toneladas de luz, sonido, fuegos artificiales y coreografías. Una ceremonia de toda la vida, en resumen, a ratos entretenida y a ratos árida, como la vida misma, pero siempre de guante blanco, alejada de la matraca.

Arrancó la ceremonia con la canción Sobre el cielo de París, interpretada por la cantautora francesa Zaho de Sagazan desde el pebetero olímpico, instalado en el Jardín de las Tullerías. Este anillo de fuego de siete metros de diámetro ya ha pasado a la historia por su simbolismo. De allí cogió Leon Marchand la llama para llevarla de vuelta al estadio. El nadador es el nuevo héroe nacional y una de las figuras indiscutibles de estos Juegos con sus cuatro oros en la piscina de La Defense.

Tras la pertinente interpretación del himno francés, empezó el auténtico desfile de deportistas, ese del que los organizadores privaron a los deportistas en la ceremonia inauguración por su fallido experimento con gaseosa en el Sena. Los deportistas de los 205 países participantes que aún seguían en París al fin disfrutaron de su momento soñado en el estadio. Más vale tarde que nunca. Al frente de la representación española, los atletas de oro María Pérez y Jordan Díaz.

Más de media hora hasta que todos esos miles de deportistas salieron a la pista para vivir una fiesta en la que Paris 2024 volvió a demostrar su buen gusto musical con temazos de M83, Joe Dassin o el clásico noventero Freed from desire de Gala. Buena música, amigos, ganas de pasarlo bien. Si es que no hace falta complicarse para montar una buena fiesta. Fue una necesaria reconciliación con los deportistas. Así sí.

Tras una hora y cuarto de introducción, empezó el espectáculo diseñado por Thomas Jolly, el mismo cerebro de la polémica ceremonia inaugural. El show, llamado Récords, proponía recorrido por la historia del olimpismo en un colosal escenario de 2.400 metros cuadrados que simulaba un mapamundi y al que llegaba desde el cielo un viajero dorado. Izado de la bandera griega, luz y sonido a raudales, clasicismo y futurismo mezclados mientras una voz femenina recitaba palabras del barón Pierre de Coubertin, artífice de los Juegos Olímpicos modernos. Y acróbatas, muchos acróbatas subidos a cinco ruedas gigantes que simbolizaban los aros olímpicos, uno por continente.

Tom Cruise coge el testigo

Mientras se sucedían las piruetas por el escenario, Alain Roche interpretaba el Himno de Apolo en un piano vertical suspendido del aire. Los aros olímpicos subieron al cielo bajo los primeros fuegos artificiales de la noche y los atletas simbólicamente tomaron posesión del mundo y sus océanos. Es decir, se subieron al escenario hasta que les pidieron respetuosamente que se bajaran porque aquello podía petar. Y del mismo centro emergió una banda francesa adorada en el país, Phoenix, para poner a bailar al personal.

Después de dos horas de ceremonia llegó el coñazo de los discursos, parafraseando a Mariano Rajoy. Parlamentos que casi nadie escucha, tan previsibles y anestésicos como el vaivén de las olas del mar. Algunos aplausos cuando Thomas Bach regaló elogios facilones a Francia, muchos bostezos y a otra cosa. Cuando sonó el himno olímpico a todo trapo más de uno despertó con tanto decibelio.

Y en los estertores de la ceremonia, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ya sin el neopreno que vistió durante su famoso baño en el río Sena, le entregó la bandera olímpica a su homóloga de Los Ángeles, Karen Bass. La ciudad californiana, que ya fue sede olímpica en 1984, acogerá en 2028 los segundos Juegos de su historia. El estrambote no pudo tener más sabor a Hollywood: Tom Cruise saltó desde lo alto del estadio y se llevó la bandera olímpica arriada en su moto mientras sonaban los californianos Red Hot Chili Peppers.

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